Las emociones: loco

Tiene 11 años, por entre su cabello -cortado casi a rape- se dejan entrever muchas y curiosas cicatrices, producto -dice él- de raros e inverosímiles “accidentes”. Pocas veces esboza una sonrisa; sus facciones son más bien duras, secas, su mirada es frecuentemente ausente, mira sin mirar, habla pocas veces y solo para sí.
El “loco”, lo llaman; el mote lo acompaña desde su breve tránsito por el Jardín de Niños: desde entonces:
• al mirar sus descuidadas ropas,
• al percibir poca higiene de su pequeño cuerpo,
• al observar la respuesta reiteradamente violenta en la relación con los otros,
• al percibir la mirada ausente en su rostro,
• al escuchar el balbuceo solitario de frases o expresiones poco comprensibles

los niños y las niñas, madres o padres, fueron etiquetándolo sonoramente, primero, en baja voz, pero poco a poco, la evocación sonora de esas literales se fue haciendo creciente, en el tiempo y la voz… Así, las desdeñosas literales se fueron impregnando en los poros de la piel del pequeño; en la comisura de sus labios, hasta borrar su sonrisa; en sus manos, hasta crisparlas en rabia contenida; en las cicatrices del cuerpo hasta transmutar al alma infantil de Emmanuel, a quien llaman “loco”.
“¡Ahí viene el loco!”, “¡Ahí viene el loco!”, se escucha en el ambiente, primero, y tras de esas voces, después, nacen pasos presurosos por atrapar a los de las voces y, a golpes, silenciarlos…
Emmanuel, tiene 11 años, es el menor de una familia donde la lacerante presencia de las drogas, trastoca todos los ámbitos de su ser humano y el de los otros.
Hoy, en conmoración del Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico de drogas, evocaremos a Emmanuel y a los muchos “locos” cuya vida se encuentra en riesgo
Hablemos de drogas, la información salva vidas

https://youtu.be/sPmr1N7tEVY